Un viento repugnante llega desde el mar y yo no lo sé explicar… Un viento, digo otra vez, y no hay las palabras apropiadas, ni la inspiración; ahí donde antes había una promesa, un talento, ahora hay embrollos, enredos, todo aquello en lo que me detengo cuando no puedo ir más allá. Queda la franca esperanza de que un giro sorpresa lo rebase todo, como un claro al final del sendero- uno que arrase con estas metáforas insípidas que cuelgan de todas partes, especialmente las que se cuelgan de mi pellejo.
Pero yo no quiero hablar del viento, ni de ese tono de la luz del sol que nunca vi con mis propios ojos, que no tiene cómo haber dado conmigo sino en otra dimensión…Yo quiero hablar de un dolor como la ebullición de un caldero, de un estremecimiento que dilata mis párpados e infla mis entrañas; de otra cosa no tiene sentido hablar, de lo demás ya tanto se ha dicho y tan poco tengo yo por añadir; a mí, a mí pregúntenme por lo que pasa en mi pecho.
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